lunes, 13 de mayo de 2013

Jabón de Canela

Con un suave aroma a canela y anís, que lo adorna, despierta los sentidos. Se ha comprobado que la canela tiene efectos relajantes y se utiliza desde hace mucho tiempo para eliminar el estrés y como potente relajante natural. Y es conocida su fama como afrodisiaco.


Los aceites utilizados le dan unas propiedades suavizantes y emolientes  que hidratan y nutren nuestra piel, con acción antiarrugas y antiestrías, en especial el aceite de oliva y la manteca de cacao.
El aceite de palma además actúa como antioxidante y ayuda a las pieles con eccemas. Junto con el aceite de maíz le da un alto acondicionado al jabón, limpian suavemente y recomponen la capa lipídica de la piel.
A la limpieza de impurezas de la piel también contribuye el aceite de ricino que es muy beneficioso para las pieles secas.
La canela es una de las especias que mayor capacidad antioxidante tiene debido a su elevada concentración en compuestos fenólicos, similares a los contenidos en el vino tinto, y la presencia de flavonoides en su composición, semejantes a los contenidos en los arándanos.
Se ha comprobado que el aceite de canela tiene fuertes efectos inhibitorios del crecimiento de hongos y además, se está intentando confirmar su capacidad antibacteriana.


En la composición de la canela destaca la presencia de vitamina C, vitamina B1, hierro, potasio, calcio y fósforo, por lo que, aunque se consume en escasas cantidades debido a su intenso sabor, nos brinda un conjunto de vitaminas y minerales esenciales para nuestro cuerpo.
Incluso, su poder antiinflamatorio permite que el extracto de canela se utilice en cremas para calmar dolores de articulaciones o molestias musculares. Además, se ha utilizado en enfermedades respiratorias para aliviar la congestión, la tos y los síntomas de resfriado.
Como resultado un estupendo jabón para la piel, con un suave aroma que nos deja la piel limpia, suave e hidratada. Una joya en el baño.




Ingredientes: Oleato de canela en aceite de oliva y maíz, aceites de coco, palma, ricino y manteca de cacao, infusión de escaramujos (rosa mosqueta), NaOH, aa.ee. de canela, bergamota, tintura de benjuí, vitamina E y piel de naranja en polvo.

jueves, 9 de mayo de 2013

Champú


Ya que me hago mis jabones y demás potingues, también me decidí con el champú. Más que para mí lo quería para mi hijo. Como ya he dicho en otras ocasiones, ver la lista de ingredientes de champús y otros cosméticos me pone los pelos como escarpias.
Le gusta el pelo largo, el problema es lo mucho que suda, que parece un pollín después de una tormenta, pero durante el invierno hasta la primavera que empieza a hacer calor, puede llevarlo más largo, además su pelo no da problemas: caspa, eccema, irritaciones…., quería algo sencillo, lavar y listo. No he probado a hacer champú sólido, creo que encontrar uno que de buen resultado es complicado, además tenía idea de usarlo yo también y al tener el pelo teñido, un problema más, la sosa y el tinte no se llevan bien. Y tampoco tenía muchas ganas de experimentos. Encontré una fórmula,  gracias Marisa (de mendrulandia), sencilla y la verdad que eficaz, estoy encantada con ella. Deja el pelo limpio, con brillo y suave. Al niño que ha tenido el pelo largo no se enreda y no tengo problemas al peinárselo. Mi pelo tiende a graso y tenía que lavarme el pelo muy a menudo, cosa que no me gusta, porque entre más lo lavas, más se ensucia, ahora me aguanta más tiempo limpio.  También lo ha probado mi madre y no se ha quejado, al contrario,  dice que nota hasta más volumen y que domina mejor el pelo.

Es un champú líquido, con avena, caléndula, salvia, romero, aa.ee. de lavanda, árbol de té y romero. Y puede admitir más variantes, este otoño cuando sea tiempo de nueces pienso probar una variedad con sus pericarpios (la  corteza verde que rodea a las nueces) ya que mi pelo es negro y le ayudará con el color.

La avena por sus propiedades emolientes, suavizantes, calmantes y además absorbe la suciedad y los residuos celulares. Regula el ph de la piel. Además de las abundantes sales minerales y oliegoelementos que contiene como el fósforo, cinz, manganeso, hierro, cobre, selenio, sílice…, además de vitaminas como la E, A y del grupo B y grasas como el ácido linoleico, oleico, palmítico y esteárico.
La caléndula, bendita flor, calma las irritaciones de la piel, es cicatrizante, con propiedades antibacterianas y antiviricas, astringente y antiséptica.


La salvia también tiene múltiples propiedades, ya en la antigüedad se utilizaba para la  curación y cicatrización de las heridas. Es rica en antioxidantes, antiséptica, relajante, ayuda a evitar la caspa y aporta vigor y brillo al pelo. Un efecto curioso de la salvia es que disminuye los niveles de sudoración y por tanto el mal olor corporal, con un consumo regular.


El romero es un aliado ideal del cabello, fortalece su crecimiento ya que estimula la circulación sanguínea, también es antifúngicida, antiséptico, antiinflamatorio y alivia las irritaciones cutáneas, así como un potente antioxidante.


La tegobetaína (Cocamidopropil betaína) es un detergente anfotérico que posee propiedades espumantes y limpiadoras y es bien tolerado por la piel. Se obtiene a partir de ácidos grasos de coco (aceite de coco).
El aceite esencial de árbol de té es un gran aliado para evitar los piojos, que no está de más prevenir donde hay niños, que junto con el de lavanda y romero le dan un aroma a limpio y a campo que me encanta.

Como mi pelo es teñido y para aportar suavidad sin utilizar ninguna sustancia química ni ceras que me da la sensación que vuelve a mancharte el pelo, lo aclaro con vinagre de manzana, elimina la sensación de reseco, desenreda y aporta suavidad y brillo. Otra opción es añadirle aceite de jojoba, que acondicionará mejor el pelo, pero la verdad es que hasta ahora no lo he probado, pero todo se andará.


 Ingredientes: tegobetaína, agua, caléndula, avena, salvia, romero, aa.ee. de lavanda, romero y árbol de té, goma guar.


miércoles, 8 de mayo de 2013

Colcha patchwork

Breve historia


Fuente: Internet


El patchwork es un vocablo inglés, que significa trabajo de remiendo, o lo que es lo mismo, confeccionar piezas uniendo fragmentos de telas de diferentes tipos y colores, conocido también como trabajo con parches o simplemente parche.

Los vestigios más antiguos del patchwork se remontan al Egipto de los faraones de 3000 años a.C. La colección egipcia del British Museum, en Londres, incluye una figurilla de marfil esculpido que representa a un faraón de la primera dinastía 3400 a.C. vestido con una capa acolchada. De hecho, la obra más antigua con aplicaciones textiles que se conserva también procede de esta civilización; se trata de una tienda funeraria de la reina egipcia Isi-em-keb, que data de 980 a.C..

Los siguientes datos que encontramos nos llevan al mundo de los beduinos del desierto en donde la técnica responde tanto a una necesidad económica como a una inquietud estética. Hasta el siglo pasado se producían aún muchas obras, pero su fabricación seguía particularmente viva en las tribus beduinas y los pueblos seminómadas. Como curiosidad decir que los beduinos elegían a veces a sus mujeres en función de la atracción que ejercían sobre ellos las obras textiles confeccionadas por éstas.

Fuente: Internet
Los siguientes datos nos llevan a la época de las Cruzadas, donde los soldados ingleses, franceses o españoles, cuyas armaduras de metal eran tan pesadas que apenas si podían moverse, se fijaron en la movilidad de sus adversarios, los sarracenos, que iban vestidos con trajes acolchados o con ligeras cotas de mallas. De regreso de las cruzadas, los caballeros de la Edad Media trajeron a Europa la técnica del acolchado, el patchwork y las aplicaciones que habían descubierto en banderas y tiendas de los ejércitos sarracenos. Las esposas o novias cosían chalecos o estandartes para el marido o novio que salía a la guerra; de ahí que algunos aseguren que muchos de los escudos familiares tengan su origen en esta técnica.



Cuando fueron los colonos al nuevo mundo desde Europa llevando consigo esta técnica que era muy valiosa para las pioneras americanas que confeccionaban las mantas que necesitaban con los restos de tela e incluso cuadros de ropa usada. Cosían los cuadros unos a otros formando un bonito dibujo hasta formar una gran pieza de tela que constituía la capa superior de la manta. Esta pieza resultante se acolchaba con una capa de algodón o de lana y un forro.



Ha servido desde el principio para unir a las mujeres de la familia y después a las de conjuntos tribales, las vecinas y amigas de un mismo pueblo se reunían para realizar estos trabajos. Estas reuniones permitían a las mujeres llevar una vida social fuera de casa a la vez que realizaban algo útil, se confeccionaban los quilts para el ajuar de las futuras novias. Poco a poco se depura y desarrolla favorecido por la creatividad de las quilters, deseosas de realizar obras bellas.


El patchwork moderno que conocemos proviene de lo en Norte América se conoce como el estilo de vida de los Amish.


Fuente: Internet


Los Amish son conocidos no sólo por una religiosidad estricta sino también por una vida muy austera y básica. Esta austeridad llevó a las amas de casa a aprovechar al máximo sus pertenencias y reparar los daños causados en los edredones, por uso y tiempo, con parches “patch”. La habilidad y el arte de algunas mujeres llevaron a crear verdaderas obras de arte en costura de donde sale la palabra “work”, o sea trabajo. Además de los edredones se aplico a otras ropas como chalecos, bolsos, cojines, manteles, tapices y otros.

Fuente: Internet


Fue en el siglo XVIII que esta técnica propia de los
Amish pasó a formar parte de la costura norteamericana y ahora con los grandes avances tecnológicos y de comunicación ha pasado al mundo entero con gran acogida.





Y aquí, a día de hoy, aparezco yo con mi colcha. Después de ir a un curso para aprender esta técnica, me embarque en hacer dos colchas para dos camas  de 1,50. Iba yo a empezar por una para una cunita, no, yo a lo grande. Esas os las enseñaré otro día, o podéis verlas aquí. Mientras cosía esas dos colchas, hubo un parón, mira que me gusta el patchwork, pues embarazada no hubo manera de que cogiese la aguja, vaguee bastante. Nació mi hijo y cuando comencé a acolcharlas le encantaba estar tumbado en ellas, se tapaba y jugaba con ellas. No paraba de pedirme una para él y como lo prometido es deuda..... (También me prometió que cuando tuviera su colcha nueva dormiría el solito en su cama, pero no lo ha cumplido y le encanta dormir en la grande conmigo). Como era para la casa del pueblo quería que quedara con ese toque rústico y antiguo y creo que la conseguí, el motivo de las estrellas y combinado con el long cabin me gusto.




 Me encanta hacer patchwork, hacía tiempo que no me embarcaba en ningún proyecto y ahora estoy haciéndole un camino de mesa para mi madre que se suponía era para el día de la madre, pero se está alargando. A algunas personas eso de unir piezas pequeñas y a mano les parece una barbaridad, pero a mi me encanta... me relaja un montón y es un labor que puedes coger en un ratito que tengas libre. Animo a quien no lo haya probado, engancha...









lunes, 6 de mayo de 2013

Jabón de karité y rosa mosqueta

Un jabón enriquecido con rosa mosqueta y manteca de karité, que aportan más beneficios a este fantástico jabón.

La rosa mosqueta es considerado como uno de los regeneradores dérmicos más poderosos que existen. Contiene gran cantidad de ácidos linoleico, linolénico, oleico y araquidónico que se relacionan directamente con la síntesis del colágeno.  Contiene también taninos, flavonoides, vitamina C y betacaroteno.



Tiene múltiples propiedades: retrasa la aparición del envejecimiento prematuro, suavizando las líneas de expresión, previene las arrugas y es un tratamiento eficaz en la regeneración de las zonas afectadas por quemaduras e incluso radioterapia, así como las producidas por el acné y las cicatrices quirúrgicas. Aclara y reduce las manchas oscuras que aparecen con la edad, aunque hay que tener cuidado con su exposición al sol porque es fotosensible y pueden aparecer manchas. Previene las estrías, mejora la dermatitis atópica.


La manteca de karité es un excelente hidratante de las pieles secas y dañadas, también tiene un efecto cicatrizante y reparador. Mejora la elasticidad de la piel y tiene propiedades suavizantes y reestructurantes. Calma las pieles irritadas y es un gran aliado contra el envejecimiento.  Aunque  lo parezca por su untuosidad es una manteca no comedogénica, es decir, no produce granos ni obstruye los poros.


Estos dos elementos junto con el resto de aceites y la leche de coco dan como resultado un jabón ideal para pieles maduras y estropeadas, pero también para mantener las pieles jóvenes. Da una espuma cremosa y untuosa que deja la piel limpia, tersa y sin tiranteces, nutrida e hidratada.

 
Ingredientes: oleato de escaramujos en aceite de oliva, aceites de coco, palma, ricino y rosa mosqueta, mantecas de cacao y karité, leche de coco, infusión de pétalos de rosa, NaOH, aa.ee. de pachuli, ylang-ylang, rosas, tintura de benjuí y pétalos de rosas en polvo.



jueves, 2 de mayo de 2013

Plancha antigua decorada

Un poco de historia

Las ropas libres de arrugas han sido un símbolo de refinamiento, pulcritud y categoría social durante 2.400 años como mínimo, si bien nunca fue fácil conseguir el efecto deseado. Todas las planchas primitivas empleaban la presión. Sólo algunas utilizaban el calor para eliminar arrugas o formar pliegues en las prendas recién lavadas.

En el siglo IV a.C., los griegos usaban una barra de hierro cilíndrica calentada, similar a un rodillo de amasar, que se pasaba sobre las ropas de lino para marcar los pliegues. Dos siglos más tarde, los romanos ya planchaban y plisaban con un mazo plano, metálico, que literalmente martilleaba las arrugas. Con estos dispositivos, el planchado era algo más que una tarea prolongada y tediosa. Era un trabajo de esclavos que hacían los esclavos.

En algunas estampas chinas del siglo IV también se ven algunos artefactos en forma de plancha.

Incluso los belicosos vikingos del siglo X apreciaban las prendas exentas de arrugas, a menudo plisadas. Empleaban una pieza de hierro en forma de hongo invertido, que movían adelante y atrás sobre la tela húmeda. Los historiadores de la moda aseguran que la dificultad de formar los pliegues servía para establecer la distinción entre las clases altas y bajas en materia de indumentaria. Los campesinos no tenían tiempo para planchar con tanto esmero, y los pliegues eran un signo externo de que se contaba con esclavos o sirvientes.

Hacia el siglo XV, las familias europeas acomodadas utilizaban la plancha llamada “caja caliente” provista de un compartimiento para carbón o un ladrillo previamente calentado. Las familias más pobres todavía utilizaban la plancha sencilla de hierro, con mango, que se calentaba periódicamente sobre el fuego. La gran desventaja de esta plancha era que el hollín se adhería a ella y pasaba a las ropas.

Cuando se instaló la iluminación de gas en los hogares, en el siglo XIX, muchos inventores idearon planchas calentadas con esa forma de energía, pero la frecuencia de los escapes, explosiones e incendios aconsejó llevar las ropas arrugadas. El verdadero boom en el planchado llegó con la instalación de la electricidad en las casas.

El 6 de junio de 1882, el inventor neoyorquino Henry W. Weely obtuvo la primera patente de su país para una plancha eléctrica. Aunque su concepto de espiras resistentes al calor era imaginativo, la plancha en sí era poco práctica. Sólo se calentaba lentamente enchufada en su soporte, y se enfriaba rápidamente. En 1906, cuando Richardson decidió lanzarse a la fabricación de planchas, dio precisamente este nombre a su producto.

Las planchas eléctricas presentaban el mismo problema que los demás aparatos eléctricos de la época, con la única excepción de la bombilla. Hacia 1905 muchas centrales eléctricas no ponían en marcha sus generadores hasta la puesta del sol, y los paraban al despuntar el día. Así pues, la familia que deseaba beneficiarse de las nuevas comodidades, como la tostadora eléctrica, la cafetera eléctrica, el reloj eléctrico o la plancha eléctrica, sólo podía conectar sus aparatos durante la noche. La salida del sol acallaba el zumbido del progreso.

En 1926 las primeras planchas de vapor fueron consideradas unos artilugios que no cubrían una necesidad auténtica, pese a que, según se aseguraba, su persistente humedad impedía chamuscar la ropa. Toda vez que un planchado cuidadoso también evitaba la chamusquina. La novedad no tuvo éxito. En los años cuarenta, los confeccionistas presentaron una amplia variedad de tejidos sintéticos a prueba de manchas y que casi no necesitaban planchado, pero las pocas veces que lo requerían podían derretirse como la cera bajo una plancha caliente y seca.

En tanto las primeras planchas de vapor sólo tenían un orifico de salida, las que aparecieron en los cuarenta tenían dos. Después llegaron a tener cuatro y hasta ocho. Los orificios se convirtieron en un ardid de marketing. Si ocho eran útiles, dieciséis habían de doblar el atractivo. Los agujeros, claro está, se hicieron cada vez más pequeños.


 




Me encantan las cosas antiguas y no tengo más porque no tengo donde ponerlas. Esta plancha me la regalo hace unos años mi cuñada. De aquella tenía más tiempo y más ganas, todo hay que decirlo, y decidí pintarla. Me apetecía cambiarle el aspecto sin que perdiese su esencia y creo que lo conseguí. Me hice con el pie y ahí la tengo, como oro en paño.